La imagen y la actualidad

El culto a la imagen se manifiesta hoy en día en todos los medios y somos cada vez más dependientes de los estímulos visuales para entender y comprender el mundo que habitamos, tanto como para expresarnos y comunicarnos. Es como si el lenguaje hablado ya no fuera suficiente y requerimos de una representación gráfica para completar nuestros mensajes. Lo visual, por no hablar ninguna lengua, las habla todas, borra las diferencias lingüísticas y comunica de manera inmediata una idea.

 

Los medios publicitarios han reconocido este valor y nos bombardean intensamente con una cantidad de imágenes que saturan nuestros sentidos hasta el hartazgo. Hoy, la publicidad es la dueña casi absoluta de la comunicación visual. La publicidad alimenta nuestra adicción a la imagen. Promueve la satisfacción personal de "ser diferente".

 

Es evidente que las imágenes pueden ser demasiado poderosas. Las imágenes nos seducen, provocan tensión, ambigüedad, placer, angustia o emoción. Es imposible sustraernos del impacto y es imposible no responder emotivamente. Afectan nuestras relaciones con el mundo e invaden el espacio de lo público y lo privado.

 

Somos convocados por una imagen que nos deslumbra. El mirar se origina desde el exterior y nos invade en el interior. En el espectáculo del mundo miramos y somos mirados. La inmediatez de su mensaje nos llega rápida, instantánea y fugazmente, pero si hay comprensión, ahí se queda. No podemos abstenernos de mirar, y ante la imagen, tenemos la posibilidad de asumir diversas actitudes, podemos simplemente verla, podemos poner en juego la mirada plena y pensar, podemos fascinarnos y dejarnos llevar por los sentidos o podemos ignorarla.

 

Lo cierto es que estamos al centro de un bombardeo visual, el vértigo de la imagen no se va a detener y nuestros ojos se hacen omnividentes, capaces de verlo todo para producir un goce que responde, hoy en día, a una misma estética: la del consumo.

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